Salamanca, 15 de septiembre, 2018
Dentro de lo cotidiano, de lo ordinario, ¡qué importancia tiene la fiesta! Es el tiempo de la alegría, de los sentimientos a flor de piel, de expresiones inefables pero veraces. En la fiesta afloran dimensiones gratas que en lo cotidiano están veladas, no encajan, suenan raro o simplemente plantean una situación muy forzada. En la fiesta, muchas emociones ruedan sin ambages. Pero también, en la fiesta, es donde se pasa el test a los excesos y donde sólo tienen carta de ciudadanía los corazones que han curtido su excesividad en la monotonía del día a día.
Esta experiencia festiva es la que hemos conformado y disfrutado muchas personas con la ocasión de las Bodas de Plata de Sonia. Cada persona, según su especie (que diría el Génesis) nos sumábamos a la celebración de esta historia de fidelidad del Señor con Sonia. Cada persona se ocupaba de una parte, cada persona aportaba lo mejor que tenía, cada persona asumía su protagonismo en aras de brindar su “mejor yo” para que todo saliera bien. Nadie se ahorraba nada. ¡Qué pocas experiencias se viven así y cuánto es de agradecer!
El día comenzó con el ensayo de cantos y aquí ya se traslucía que este día iba a ser una auténtica fiesta.
La celebración, a una hora tan taurina y tan lorquiana como las 5 de la tarde, fue una belleza. Dios volvía a brindarse a Sonia y Sonia volvía a decir sí. Eran 25 años que no significaban un punto final sino un punto y seguido. Jesús sigue buscando quien le ame, quien le siga e, inevitablemente, quien padezca con Él.
La eucaristía entroncaba en una veraz manifestación de la historia de Dios y Sonia. Las lecturas (Oseas 2, 16-22; Flp 4,4-7; Jn 21,1-18) ponían “el dardo en la Palabra” (en sentido literal); transparentaban Su amor, Su compasión, Su fidelidad en el ámbito del desierto y, también, en el del vergel; evidenciaban la alegría del seguimiento; y nos exponían a todos y todas al amor en clave de “filias” o “ágape”.
Y eso que puede sonar tan etéreo como es la vocación religiosa, tomaba cuerpo y se desgranaba en forma de familia, de amistad, de trabajo, de evangelización o, como dicen nuestros jóvenes del MSJ, de la familia que se elige. Evidentemente, en Sonia, esa familia que se elige, somos las Siervas de San José.
De la mano de Bonifacia y Butiñá ha intentado vivir desde las claves Nazaret. Las Siervas de San José han sido para Sonia un ámbito connatural donde sentirse apoyada, querida, cuidada; donde desarrollar todo su potencial; y donde el sentido de su vida se canalizaba en la realidad.
En la celebración, el Señor de la Historia acontecía como el Señor de la historia de Sonia; por Él es invitada a “amar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en Él”. “Todo en tanto en cuanto”.
Y, el día completo fue “tanto… y cuánto”. Después de la merienda llegó el momento de la sonrisa, más bien, de la carcajada. A través de un show sin parangón, algunas Siervas, sus amigas y laicos implicados con nosotras fuimos recorriendo, en clave de humor, todo un anecdotario de la vida de Sonia.
El día terminó lleno de guitarra, canciones y mucha, mucha alegría.
Este espacio fue el colofón de esta fiesta que ha dotado de tanto sentido a la cotidianeidad.
Todo el día fue… ¡sólo para decirte Gracias!
Susana de Andrés
Me uno a la fiesta, hoy y siempre, porque todos los días son fiesta para quien cree en el AMOR «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos?"(Mt 9,14). Fiesta por tu SI, Sonia y por la fidelidad del Padre que te sigue llamando a seguir a Su Hijo en su opción por el Reino.Fiesta y alegría por ser hermanas en el mismo proyecto de SSJ. ¡Gracias!
ResponderEliminarSonia querida, desde Urcos, nuestro cariñoso saludo. Nos unimos a tu celebración, pero sobre todo a tu vida, siempre vibrante, llena de energía. Hemos compartido momentos cortos, pero intensos y los agradezco. Eres una castellana sin recodos. Desde aquí mi felicitación y mi cariño. Miles de abrazos.
ResponderEliminarBesos
Luca