A nuestras hermanas de la Congregación, queremos enviarles un saludo muy especial y agradecido, desde este hermoso lugar que nos recibió como miembros de la Zona África, por su constante presencia en nuestro nuevo proyecto.
A la comunidad de Kashobwe en Lubumbashi, que es la casa donde se acoge a todas las hermanas de la zona, llegaron en el mes de julio todas las comunidades para hacer ejercicios espirituales y celebrar la Asamblea de Zona.
Iniciamos nuestro proceso comunitario viviendo con todas las hermanas reunidas y conociendo sus proyectos y obras, disfrutando con todo lo que ellas nos comunicaban. Durante este tiempo hemos podido celebrar la fiesta de la Pascua de Bonifacia el día 8 de agosto. Esta fiesta nos ubicó en la Zona con sentido de cuerpo congregacional. Los mensajes enviados por las hermanas de la Congregación nos hacían sentir con fuerza el inicio de un proyecto de fundación como el que se nos pide ahora en Zambia.
Irene, Coordinadora de la Zona África, Lillian y Yolanda, desde el Equipo General, han apoyado y orientando, con dinámicas apropiadas, el acompañamiento personal y comunitario que, como comunidad incipiente, necesitamos para poner bases profundas de fe, y de sororidad en este proyecto, un proyecto que cada vez nos mueve más desde dentro, motivadas e inspiradas por el espíritu de Jesús en Nazaret.
La visita a Zambia, los días 2 al 5 de agosto, nos dio una mirada más amplia de la realidad con la que nos vamos a encontrar en nuestro trabajo pastoral específico en la comunidad cristiana de Solwezi. Nos recibió el Obispo Charles Kasonde, que es quien nos ha invitado y nos apoya con ilusión.
Un detalle del señor Obispo que fue para todas muy significativo es que, durante esta primera visita a Zambia, nosotras teníamos la intención de hospedarnos en una casa de huéspedes de la diócesis porque pensábamos que la casa destinada por el obispo para nosotras o estaba ocupada todavía por las religiosas franciscanas que eran las que vivían ahí o que estaban todavía arreglándola para nosotras. El obispo nos había dicho: “yo me encargo de su hospedaje.” Cual sería nuestra sorpresa que él ya nos había adecuado la casa para nosotras, nuestra propia casa. Ninguna la conocía por dentro y, la verdad, es que nos hizo mucha ilusión recibir esa agradable sorpresa.
Se hizo presente también la vida religiosa que nos acoge con alegría y entusiasmo, especialmente las hermanas Mercedarias de Berriz que nos hicieron un recibimiento en su propia casa con una comida y un compartir fraterno. Visitamos también la comunidad cristiana de la parroquia de San Hilario donde vamos a centrar nuestro trabajo pastoral.
Estos encuentros fraternos fueron muy significativos para nuestra decisión de comprometernos con la gente trabajadora pobre, con sus niños, jóvenes, familias, y de manera muy especial con las mujeres quienes parecen ser una fuerza incondicional a la hora de tomar decisiones sociales y religiosas en un pueblo que lucha por sobrevivir en medio de tanta carencia y sequedad. Nos encantó, como después comentamos entre nosotras, la cercanía, la creatividad de la gente y su amable y sencilla acogida que manifestaron al acercarse a nosotras. Sus celebraciones festivas y la Eucaristía motivada por sus cantos en inglés mezclados con cantos en sus propios dialectos las hace más vivenciales, contagiando su alegría y su profunda espiritualidad.
Al regreso a Lubumbashi, continuamos con encuentros de conocimiento personal, del compartir nuestra historia de familia, deseos, y sueños sobre nuestro proyecto. Todo ello nos prepara para poder ser testimonio de comunidad desde el trabajo en equipo y la oración hermanados que nos caracteriza como Siervas de San José. Hemos hecho algunas compras para organizar nuestra vivienda. La mayor parte de las cosas ya las ha proporcionado el obispo de la diócesis y nuestra Zona África con sus aportes sencillos y su desprendimiento. Nuestra casa también, en el proyecto de la Diócesis, es de acogida de religiosas que vienen a Solwezi a reuniones de formación y otras diligencias sin tener dónde albergarse.
El miércoles, 14 de agosto, antes de regresar las hermanas a sus respectivas comunidades, recibimos, una vez más, el apoyo y el sentido profundo fraterno y espiritual, que nos abre el corazón a acoger todo como Palabra del Dios vivo que nos convoca. No estamos solas, nuestra Zona, en una sencilla y emotiva celebración, nos hace un envío que nos hace sentir la cercanía y los vínculos profundos de fe que nos unen. Realmente fue un acto que nos hizo vivencia la misericordia y amor fraterno que brota del corazón mismo de nuestro Dios Padre-Madre que nos ama y nos acompaña a través de nuestras hermanas de congregación.
El día 17 de agosto, las hermanas de la Katuba nos invitaron a pasar el día con ellas. En el encuentro, experimentamos y compartimos su fuerza comunitaria alegre, sencilla y divertida. Nos sorprendieron entregándonos, bailando, detalles para nuestra casa.
Contamos con todas las Siervas de San José y agradecemos sus mensajes de cercanía, apoyo y oración recibidos durante todo este tiempo de espera y preparación para el inicio a nuestra presencia de en otro país del África que nos necesita y nos pide un esfuerzo más, como aporte, al mundo del trabajo especialmente la MUJER TRABAJADORA POBRE. Bonifacia y Butiñyà, que nos infundieron y legaron este carisma, siguen siendo nuestra fuerza y apoyo para hacerlo realidad en Zambia. Nuestro viaje definitivo para esta presencia es el 23 de agosto en compañía, todavía, de nuestras hermanas, Lillian, Yolanda e Irene. Que Dios nos siga bendiciendo hoy y siempre para seguir viviendo nuestro carisma en el mundo.
Ana Isabel Ángel, Erlinda Garaci e Immaculée Maloba
A vosotras, que sois de las nuestras y anunciáis nuestro mismo mensaje, os decimos: GRACIAS. Porque Dios os ha escogido para iniciar su obra en otro pueblo y vosotras le habéis dicho que si. Sois grandes si vuestros cimientos son los de Bonifacia y la obra la construis con su mismo material, porque de ella habéis aprendido que Dios enaltece a los humildes. San José, protector incondicional, sabe de estrenar pueblo y gente, de hablarle a Jesús de todos ellos y de darle la ternura con que Dios lo regaló. Haced vosotras lo mismo. un abrazo grande
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