Hoy, tratando de poner paz y serenidad a los sentimientos encontrados que se producen en nuestro interior, retomamos lo que ha sido para nosotras, Siervas de san José, y para su familia y amistades la vida de Encarna.
En medio del Adviento y, sorpresivamente, se fue. Nos dejó un vacío difícil de llenar aunque nuestra fe y esperanza nos dicen, apoyadas en lo que aconteció a Jesús, nuestro hermano mayor, que vive y goza en el Señor, que sigue presente en nuestras vidas. Encarna ha pasado a la Vida con mayúsculas, con la misma fuerza con la que hacía todas las cosas, con ese ímpetu tan característico que formaba parte de su personalidad y que la hacía diferente.
Ha desarrollado la misión apostólica en Granada, Málaga, Congo, Madrid y Alicante. Recientemente había sido trasladada a la Comunidad de Granada-P. Claret en donde falleció. Tenía 74 años de edad y 51 de profesión religiosa.
Todavía no nos hacemos a su pérdida. Las que la conocimos recordamos su entrega, su espíritu de servicio, su habilidad para todo lo que caía en sus manos, su solidaridad… Todo permanece en nuestro recuerdo.
El día del funeral su hermana Mariana, al tratar de leer su vida y su persona a la luz de la Palabra de Dios, recordaba el texto de Isaías 43,4
“Tú, Encarna, eres preciosa a mis ojos y yo te amo”
y decía, entre otras cosas:
“Sé que Dios y quienes hoy la despedimos aquí y mucha gente que no ha podido venir, así la veíamos, preciosa, con una gran belleza interior, que creo que ni ella a veces alcanzaba a descubrir. ¡Ojalá se la hubiésemos reflejado más veces!
Y es que para descubrir ese tesoro que encerraba, había que acercarse a ella y traspasar quizá su temperamento fuerte, las limitaciones y debilidades que ella, como todas y todos tenemos.
… Y si la tuviera que definir hoy con una palabra que exprese esa belleza, entre los dones que el Señor puso en ella, yo destacaría el CUIDADO, su capacidad para cuidar a los demás, para desvivirse por todos, con detalle, con primor, con enorme generosidad y entrega… También quiero hablar de su pasión y debilidad por los más pequeños, los más pobres y necesitados. Por ello, tanto cuando vivió en el Congo como una vez que regresó a España, llevó el Congo -el Zaire como siempre decía ella- en su corazón”.
Muchas personas se han hecho presentes con sus palabras, su cariño y cercanía y nos dicen, como sin dar crédito a lo ocurrido:
“Se ha ido así… cómo un relámpago, lúcida, vigorosa y sonriente… más allá de sus luchas temporales y frágiles rebeldías… Hace sólo unos días la escuché, oí su risa, sentí su vitalidad, su afecto expresivo...”
“Valoraba su sinceridad y vitalidad, sus dones y gracejo granadino….”
“Era una luchadora. No sé si he conocido a alguien con mayor capacidad de superación, de resiliencia… Nunca tiraba la toalla”.
Una de sus sobrinas, en nombre propio y en el de su familia expresaba:
“Diría que casi todos los que estamos hoy aquí, hemos vivido alguna vez el alivio de tener a Encarna cerca en los momentos de dificultad, de enfermedad, de duda… y, aunque lejos, siempre preocupada por todos y al tanto de lo que nos ocurría a sobrinos, a “re-sobrinos” (como ella decía), a hermanos, compañeras, amigos…
Cuántas veces habrá dejado lo que tuviera que hacer entre manos para cuidar hasta el final a una compañera o amiga enferma, cuántas veces habrá hecho horas y horas de viaje para estar con quienes la necesitáramos, a cuántas personas y familias necesitadas habrá ayudado en estos últimos años…
Se ha ido sin sufrimiento y ha vivido haciendo principalmente lo que quería: poner sus conocimientos, sus experiencias y su extrema generosidad al servicio de los demás.
Nuestra tía Encarna, mujer cien por cien emocional, directa y transparente, de gran personalidad y fuerte carácter, ha pasado por nuestras vidas como un torbellino, pero un torbellino dulce y bueno. Y así te queremos recordar, llena de energía y vitalidad y con esa risa contagiosa que nos iluminaba a todos.”
Para las Siervas de san José, para su familia y amistades, la vida de Encarna ha estado y está llena de amor. A su manera, como ha podido, por donde quiera que haya estado y en la actividad que haya desempeñado, en el Congo, en Málaga, Madrid, Alicante, Granada… ella ha entregado su vida y derramado mucha ternura y eso es lo que cuenta. Unos más tiempos y más de cerca, otros algo menos, hemos recibido encantados su amor. Y damos fe plenamente de su calidad. Por eso Encarna está, ha estado y estará siempre en nuestro recuerdo.
Hoy, tantas personas que la queremos entrañablemente damos gracias a Dios por su vida.
Encarna,una mujer y cristiana de una pieza, cuya vida cambió mi vida.
ResponderEliminarDoy gracias a Dios por haberla conocido,por haber vivido con ella y saberme querida por ella.
Fue una persona extraordinaria. Solidaria con todo el mundo. D.E.P.
ResponderEliminarMe acuerdo tanto de ella, lloré tanto cuando me lo dijeron, una de las personas que mas me ayudó y comprendió en el colegio y a la que siempre consideré mi amiga, a pesar de tener 50 años mas que yo.
ResponderEliminarFue mi profesora más querida, siempre iba al cole a verla, me alegro de que conociera a mi primer hijo, ojala hubiera conocido a mi pequeño.
Genio y figura, y una persona como pocas en cuanto a personalidad, energia y claridad.
Era de verdad, y te daba el alma y la vida.
La quise mucho y sé que ella a mi tambien.
Sirvan estas palabras como reconocimiento a una de las personas con el corazon mas grande que he conocido.
Un beso al cielo, cuidanos desde allí como hacias aquí.
Doy gracias a Dios por haberla conocido,fue maestra mia en Alicante,ella me enseñó el camino del esfuerzo y me preparo para la vida.Mucho de lo que soy hoy se lo debo a ella,gracias amiga por tanto,siempre te recordaré te quiero
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